La pedagogía Waldorf y sus logros
Te compartimos un artículo que nos encantó. Una mamá de España comparte cómo ella junto con otras mamás encontraron la pedagogía Waldorf.
Hace ya más tres años que nos surgió la inquietud de hacer una escuela diferente en Almería. Soy profesora de Secundaria y ya me venía preguntando desde hacía tiempo por qué los estudiantes no tenían interés.
Yo tengo interés por conocer todo mi alrededor, cómo funcionan las cosas me fascina, pero veía que a mis estudiantes no.
Luego nació mi hija y vi que ella tenía interés por todo y me preguntaba, ¿cuándo se acaba ese interés por todo lo que a uno le rodea?
Algunas maestras de Infantil y Primaria con las que hablaba me decían que ellas notaban ya ese cambio en los primeros años de la Primaria…
«Algo hacemos para que estos niños a los que le interesaban miles de cosas un año, al otro ya no…» me decían esas maestras.
Por aquel entonces nos juntamos muchos padres con inquietudes similares. Muchas madres, sobre todo; nos juntamos porque sentíamos que no nos convencía algo de la escuela tradicional.
El camino hasta llegar aquí ha sido largo. Muchas personas se han acercado al proyecto con miedos, con inseguridades. Sobre todo cuando el resto de la sociedad, incluidas muchas veces personas muy allegadas, te decían todo en lo que te podías equivocar, todo lo que salía mal, todo lo que las otras escuelas tienen de materiales o espacios y la nuestra no tenía…
Pero, en muchas ocasiones, ese sentir que hay que seguir luchando, hay que seguir mejorando, ese sentir de que, aunque falten muchas cosas materiales, lo principal nuestra ‘escuelita’ lo tenía: el respeto profundo a los niños, a que sean lo más libres posibles, no a que sean como nosotros queremos que sean.
Al principio no teníamos las ideas claras, queríamos una escuela respetuosa pero no sabíamos qué pedagogía, ¡¡no éramos maestras formadas en todas las pedagogías como para decidir!! Solo sabíamos de oídas de unas y de otras.
El universo y las casualidades o las causalidades nos invitaron a contratar una maestra Waldorf. Ese año vimos cómo algunos niños que entraban fuera de sí, inquietos, no malos, pero que no paraban, ahora se centraban, jugaban de manera más armónica.
Veíamos cómo los niños no competían entre ellos sino que jugaban todos juntos, con mucho movimiento, claro, pero con armonía. Hasta ese momento no había percibido la diferencia entre un niño fuera de sí, excitado con todo lo de fuera, y un niño centrado… Y me quedaba boquiabierta.
Aprendí que estar fuera de sí es no hacer caso a tu yo interior, a lo que realmente quieres, porque te sobreexcita tanto el exterior que solo reaccionas a lo que ocurre a tu alrededor, no eres libre de actuar, tu impulso interno no puede salir porque el exterior te abruma, te excita, te entretiene, te asusta y te pierdes en el ruido, en querer ser o hacer lo que hace feliz a papá o mamá, ahogando tu voz interna.
Este año he visto más cambios sorprendentes. Un niño entró con una enfermedad autoinmune, durante su estancia en el proyecto la enfermedad fue remitiendo hasta casi desaparecer.
Será casualidad, pensé, pero cuando sus papás se mudaron a otra ciudad la enfermedad volvió a crecer. Sus padres quieren volver a mudarse para que pueda volver a formar parte.
Otro niño no podía ser tocado por ningún otro. Su madre me contaba con lágrimas cuando, unos meses más tarde, los demás niños le hacían un masaje.
Cuando le preguntaba, sorprendida, a nuestra cuidadora Waldorf, ella nos decía con una sonrisa: es que en Waldorf se cuida al niño entero, no solo su cuerpo.
Se cuida también su cuerpo etérico (energético, pensé yo que decía) de manera que el niño puede usar esa energía en sanarse, en terminar de formar su cuerpo para ser un adulto sano, no en solucionar el estrés o en aprender cosas que ponen contentos a los papás.
La adaptación de los niños al cole es respetuosa, con los niños y las madres. El niño vive la adaptación, no la sufre.
Por otro lado, cada vez que hablaba con las maestras, éstas me hablaban de lo que observaban en cada niño y cómo, según cómo fuera el niño, necesitaba unas cosas u otras para alcanzar su equilibrio.
Si por su sensibilidad necesita mucha seguridad a su alrededor con un ritmo constante, armonioso o amoroso, si necesita unos límites muy claros para sentirse cuidado, etc.
A lo largo de estos años he visto cambios maravillosos, cuidados que no sabía siquiera que se podían tener y lo he visto en los niños, en cómo están.
También he hablado con personas, muchos de otros países donde la pedagogía está más extendida, y que me comentan las maravillas, en primera persona o en sus hijos, de esta pedagogía.
En España nos cuesta cambiar pero, afortunadamente, aunque seamos los últimos en Europa, vamos cambiando. En el País Vasco se están concertando los colegios Waldorf.
Ya existe en España educación Waldorf hasta Bachillerato. Alrededor de la escuela libre Micael de Madrid han surgido multitud de jardines de infancia y colegios de Primaria en los que hay listas de espera.
Pues bien, tenemos esta oportunidad al alcance de nuestras manos, crear un cole en el que los niños se sientan respetados, mirados, cuidados, en todos sus sentidos, no sólo el físico, cuidando lo que tocan, lo que ven, lo que perciben de sus adultos y del mundo exterior, en contacto con la naturaleza y, por supuesto, sin perder la conexión con ellos mismos; proporcionándoles la tranquilidad que necesitan para mantener viva dicha conexión.
Además, no se trata de un experimento, se llevan viendo 100 años los beneficios de esta pedagogía en el mundo.
En la pedagogía Waldorf no se alimenta el intelecto del niño hasta que no está maduro para ello. Y el niño no se aburre, está experimentando con sus manos y su cuerpo.
Cuando está listo absorbe con gran rapidez, sin estrés y sin etiquetas o decepciones de soy malo para esto o lo otro, cada uno a su ritmo. No hay exámenes, entonces ¿por qué aprenden los niños? Porque lo disfrutan.
Por otro lado, multitud de ‘desórdenes’ muy comunes hoy en día en los coles, etiquetados de mil formas: TDH, autismo… son observados y tratados en la pedagogía de manera que ya no hay desorden.
El trato con el maestro es de respeto hacia esa persona que me enseña, no desde el miedo o el autoritarismo. El alumno se siente respetado y respeta por ello.
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