¿Cuál es el temperamento de mi hijo y cómo tratarlo?

Sharlyn Diéguez, educadora principal de Class Four

Desde el siglo V A.C. Hipócrates describió cada uno de los temperamentos, definiéndose como parte importante que forma la personalidad de una persona. El temperamento junto con el carácter forman nuestra personalidad. El temperamento de una persona es algo que se determina por medio de genética, por lo tanto es hereditario, el carácter se ve determinado por el ambiente y hábitos aprendidos. 

La teoría de los temperamentos es muy importante en la pedagogía Waldorf, ya que esto define el ritmo de un alumno, así como de una clase entera. El desafío para el maestro y padres es guíar al alumno y ayudarle a mantener un temperamento lo más equilibrado posible. Rudolf Steiner propone que los temperamentos empiezan a despertar en los niños a partir de los 7 años y en los 9 se muestran en su totalidad. Antes de los 7 años, en la etapa de preescolar, se puede considerar que la mayoría de los niños tienen un temperamento sanguíneo, o imitan los temperamentos y formas de actuar de los adultos que tienen alrededor. En la adolescencia es colérico, en la adultez melancólico y en la vejez flemático. 

Es importante mencionar que los cuatro temperamentos están dentro de cada persona, son dos los que normalmente sobresalen y forman la personalidad. 

Colérico: Es un niño lleno de energía, se guía por la justicia y generosidad. Es de voluntad firme, lo cual puede llevarlo muy lejos o puede ser un reto el no querer cambiar actitudes o conductas que no le benefician. Son muy seguros de sí mismos y son buenos para tomar decisiones rápidas y eficientes. Es el niño que cuando le decimos que iremos a comprar un helado, ya sabe qué sabor de helado va a escoger. Para poder tratar a un niño colérico es importante que el adulto mantenga la calma al momento de corregir, de lo contrario obtendrá actitudes no deseadas. Este niño debe sentir admiración y respeto por el adulto o la figura de autoridad.Es un niño que necesita retos constantes, sentir que lo que hace está a su nivel y no llegar al aburrimiento. Se debe fomentar la empatía y solidaridad con las demás personas. 

Sanguíneo: Son niños que fluyen como el aire, son libres de preocupaciones, llenos de energía. Son muy alegres por naturaleza, sociables, “el alma de la fiesta” y muy curiosos. Es importante que los niños sanguíneos tengan buenas horas de sueño por la noche, en el día gastan mucha energía que deben reponer en el descanso. Se les debe anticipar cuando hay algún cambio para fomentar el orden y estructura. Suelen ser muy dispersos y esto hace que dejen tareas incompletas y rápidamente inicien una nueva. Para poder disciplinar a un niño sanguíneo lo más importante es tener una conexión afectiva, de esta manera él seguirá las instrucciones que se le piden. 

Flemático: Son niños con los que es muy fácil trabajar. Son muy amables y pacientes. Son satisfechos con facilidad, si habíamos prometido ir por pizza hoy pero surge un imprevisto, ellos serán muy comprensivos y entenderán que será en otra ocasión. Tienen un ritmo de desarrollo más cómodo y están acostumbrados a hacer las cosas en su tiempo. Por más prisa que podamos tener a un niño flemático esto no le va a preocupar, se tomará su tiempo para terminar algo. Son muy prudentes en decir las cosas. Para trabajar con estos niños es importante ser comprensivos, validar sus emociones y cuidar las palabras que utilizamos. Se puede dejar que se aburran para que nazca es motivación intrínseca y ellos busquen actividades innovadoras o divertidas para entretenerse. 

Melancólico: Son niños muy sensibles y tímidos. Pareciera que todas las vivencias las procesan internamente, observan y analizan de forma interna. Prestan atención a todo lo que sucede a su alrededor y tienen una opinión clara al respecto. Son muy minuciosos y pueden volverse perfeccionistas muy fácilmente. Es importante validar sus emociones y enseñarles técnicas para autorregularse. Usualmente son excelentes artistas, actores o actrices. Podemos contar historias para que ellos aprendan a reconocer el sufrimiento y lucha de los demás, reconocer que hay muchas personas en el mundo que han tenido que perseverar para alcanzar sus metas. Suelen pensar que son los que más sufren en este mundo y que se les presentan más retos que a los demás, al contarles historias de la vida diaria, se abre su perspectiva y comprenden que no son los únicos con batallas diarias. 

Es muy importante mencionar que no hay temperamento malo o bueno. En el mundo, en nuestra casa y en las aulas necesitamos diversidad de temperamentos para tener crecimiento integral. Un colérico necesita de un flemático para entender que el mundo no es una ruleta rusa y que no todo debe ser una competencia. Un melancólico necesita a un sanguíneo que le aportará alegría y comprender que no todos los momentos de la vida están llenos de estructuras tan rígidas. 

Amemos y fomentemos los temperamentos de nuestros hijos, trabajemos en los retos que cada temperamento pueda mostrar y potenciemos las fortalezas que presentan. Aprendamos a identificar el nuestro como adultos para saber la mejor forma de reaccionar ante las distintas situaciones que nos presenta la vida.

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